Por: Fernando Padilla Farfán
No nos hemos puesto a pensar seriamente en ello, pero la vida sin el petróleo no sería como la conocemos. El petróleo, riqueza que nos ha dado la naturaleza y que hemos abusado en su uso, ha transformado la vida de las personas y la economía de las naciones. Su descubrimiento creó riqueza, modernidad, pueblos industriales prósperos, y muchos empleos.
Del crudo se obtiene gasolina y diésel para autos y autobuses, y combustible para barcos y aviones. Lo usamos para generar electricidad, obtener energía calorífica para fábricas, hospitales y oficinas y lubricantes para maquinaria y vehículos. También se usa para hacer plásticos, fibras sintéticas, telas, detergentes, medicinas, conservadores de alimentos, hules y agroquímicos.
Actualmente, como en ninguna otra época en la historia humana, casi todo el trabajo efectuado y cuantificado por la economía, se realiza con energía derivada de los combustibles fósiles; desde la manufacturación de productos, la construcción de carreteras y todo tipo de edificaciones.
Por estar ocupados en cosas de fútil trascendencia, no hemos reflexionado sobre la extinción del petróleo, menos que ese momento esté más cerca de lo imaginado. Parte de esa despreocupación está alentada por la siguiente pregunta: ¿Por qué imaginar un mundo sin petróleo, si todavía quedan alrededor de 1 billón 200 mil millones de barriles en el planeta? La razón es sencilla: a pesar de que todavía queda un poco más de la mitad del petróleo convencional que la naturaleza creó en eras geológicas anteriores, éste va a ser cada vez más difícil y caro de extraer porque el petróleo fácil y barato de producir ya se consumió.
Andrés Buenfil Friedman, Doctor en Análisis de Energía y Sistemas Ecológicos por la Universidad de Florida, de manera coloquial describe el desolador panorama de nuestro mundo sin el petróleo.
Si echamos a un hoyo imaginario todo lo que está elaborado con petróleo, -dice- empezando por los objetos que contengan plástico, echaríamos la muñeca de su hija, la pluma con que usted escribe, la mitad de su camisa si contiene 50% algodón y 50% rayón, el teléfono y la computadora. Veríamos desaparecer su desodorante, la pintura de las paredes, el asfalto de la calle, sus lentes y estas letras. Supongamos que la tinta no está hecha a base de petróleo y continuemos, pero antes prenda una vela porque se acaba de ir la luz: 45% de la electricidad en México se genera gracias al petróleo. Si vive en un edificio, tampoco correrá el agua, que se bombea con electricidad. También eliminaríamos todos los productos sintéticos.
Pero si con todo esto aún no le parece el mundo tan diferente, ahora –continúa el Doctor Buenfil- desaparecen esas cosas que han debido transportarse largas distancias para llegar a nuestras manos ya que más de 95% del transporte en México depende del petróleo. Al hoyo van también los pantalones de tela brasileña manufacturados en Bangladesh y la camiseta hecha en USA. Pero ni sus zapatos, orgullosamente mexicanos, se salvan, porque además de que contienen suelas de hule chino y pegamentos y tintes a base de petróleo, el cuero con que están hechos debió transportarse a la fábrica en León, Guanajuato; de ahí a la bodega, luego al punto de venta y luego a su casa. Elimine entonces todo lo que requiere transportarse. Al hoyo va, también, la otra mitad de su camisa.
Aunque ahora estamos medio desnudos, supuestamente queda la mesa de madera (sin barniz) y el apetitoso plato de enchiladas que estaba a punto de desayunar. Pero ahora tenemos que considerar que la madera se corta con motosierra de gasolina y se requiere transportarla del bosque al taller del carpintero que trabaja con herramientas eléctricas. “Está bien, pero las enchiladas no”, debe estar pensando a estas alturas, “la comida no puede venir del petróleo”. No, la comida no, pero sí los pesticidas, los fertilizantes y el diesel para mover el tractor y bombear el agua para sembrar y regar el maíz, los tomates y la cebolla. Los pollos, crecieron en cajones de plástico bajo una constelación de focos y, finalmente, todo fue transportado. Entre más industrializado es un alimento, más petróleo se emplea en su elaboración, como sucede con la mayoría de la comida que se consigue en el supermercado. De todos modos, las enchiladas frías no son muy sabrosas que digamos, por que tendrá usted que recordar que el gas es Licuado de Petróleo, -concluye-.
A lo que usted acaba de leer, hay que agregar que, si la escuela de sus hijos está al otro lado de la ciudad, como no habría gasolina tendrían que irse a pie, por lo que, exhaustos, estarían llegando casi a la hora de salida. Sería recomendable que no pasara al Supermercado, Va a ser angustiante verlo casi vacío.